sábado, 28 de agosto de 2010

Yahan Li

Para qué habrás venido…
No sé si sos un amigo, un estado de conciencia, o un viaje en colectivo, pero perdurás en el tiempo. Hoy, y quién sabe hasta cuándo.
Existís, es un hecho; pero no quiero identificarte, no podría.
Si ahora sos libertad porque no te conozco.
Tan Dios como se te antoje, podés ser cualquier cosa mientras no seas ninguna.
Sé que hacerte mortal sería un genocidio. Y todo para convertirte en



Pero si querés que siga, avisame.

martes, 24 de agosto de 2010

El pesado de la comida

Con el amor que una uña le tiene a su dedo, me decido a escribir estas líneas, y a través de ellas, intentaré llegar a tu corazón de alcaucil:

Si supieras, mi algodincito de azúcar, vos que me conociste firme como un fideo crudo, cómo me he cocinado en este agua de tiempo que rompió hervor ya hace mucho, y me ha dejado sin forma, esperándote, cucharita de madera, mientras indiferente, revolvés otros asuntos.
Un pionono que ya no puede abrazar más que a tu relleno, se agrieta entre dulce de leches falsos, que no hacen más que engañar a mi seca esencia, humedeciéndola antes, con un poco de almíbar.
Si me dejaras, mi costillita de cerdo, probar tu tierna carne una vez más, en vez de atragantarme siempre con los huesos de la distancia.
Soy esa cebolla cruda, que no hace más que llorar por adentro, porque sabe no puede rehogase en tu aceite, y dar sabor.
Los tomates están agrios y sin jugo, mi lemon pie con patas, no hacen más que escupirme las semillas en la cara cuando los corto para hacerme una ensalada.
La gelatina no se mueve, hasta llegar en cuchara hasta la altura de mi boca, donde con saltos ornamentales se tira al piso, y yo estoy seguro que es para suicidarse.
Mi tecito de hierbas, nadie entiende este suplicio con gusto a caramelo quemado que me aqueja todas las noches antes de dormir.
Es el frío de media res colgada en el frigorífico, esperando ser cortada y envasada al vacío, lo que se dibuja en mi cama cuando estiro el brazo, y sólo toco almohada.

Oh, mi María Clara batida a nieve, mi latita de arvejas en el congelador.
Sólo te pido que me pases un libro con recetas, para vivir sin tu amor.

Juan José Empalagoso.

lunes, 23 de agosto de 2010

La que fue cadáver en Directorio

Iba a buscar la muerte. Iba buscándola.
Guiada por el rastro nauseabundo que de pronto se transformaba en basura, se movía en zig zag, imaginando así reconocerla.
Pero no era ese olor. Es este otro. Éste que la empuja de un modo más convincente y le asegura ganar, a la vez que pierda todo abruptamente.

Es solamente encontrar el punto. Ese y no otro.
Ese.
Ahí donde el tiempo deja al espacio y no son más el uno con el otro.

Los demás a la expectativa, pero ella no.

Todavía no sé si me lleva, pero sí que viene a toda velocidad, y sobre ruedas.

PD: Qué más podía hacer, es domingo a la noche.

sábado, 21 de agosto de 2010

Tan linda, allá en el cielo

Mientras la luna decide si plateada o amarilla, los aviones de juguete le pasan como mosquitos del espacio.
Pero qué le va a molestar, si es tan buena… No nos da vuelta la cara.
Hace su ronda alrededor nuestro para vernos crecer y nos alumbra un poquito. Nos hace ver las estrellas.
Es luz fría, pero abraza un montón y hace compañía.
A veces llena, pero nunca vacía.

jueves, 12 de agosto de 2010

No sé si te creé o me encontraste

Una nenita que se balancea en una hamaca.
No sé si por el viento o por las piernas.
Una nenita aburrida que se mira los pies, cómo se le entierran en la arena.
No entiende tantas cosas, pero se ríe de muchas otras.
La fuerza que en potencia descansa. Descansa en su cabeza que mira para abajo.
Los piecitos, ¿sabés? En la arena dije.
Si prestás atención, podés escuchar el chirrido de la cadena. Ella no. Porque no está. Está, pero aburrida.
Entonces no se sienta en una hamaca a mirarse los pies. Se arrodilla frente a ese baúl de la cabeza y busca a qué jugar. Pero sólo encuentra aire. Ese que se le acaba de escapar en forma de suspiro.
Porque el aire está en todas partes, pero ella no.
Hasta que algo.
Algo, aunque sea chiquito.
Una pluma, por ejemplo. De las de pajarito, que vuelan más fácil. Que se entregan al viento sin dudarlo, ni siquiera quererlo. Se entregan porque están, sin saberlo.
Y seguirla con los ojos. Aparecer de a poco.
Levantar la cabeza y querer llegar al sol, ese de allá que todavía no se termina de caer.
Llegar de a pasitos, para atrás. Por lo menos ya está acá.
Entonces se empieza a mimetizar con el viento, se zambulle, y es el pelo en los ojos, y las manos apretadas para no caerse.
Con la altura también se despiertan las cosquillas en la panza, y la velocidad que hace de las cosas una U tan vertiginosa. Una sonrisa. Resbalarse por una sonrisa.
Ahora el aire que sale a carcajadas, se desliza por todos lados.
Cerrar los ojos, ponerse horizontal, pero siempre dejando salir así al aire. Qué importa el pelo en el piso, si también está en el viento.
Ir un poquito más allá de las cosas y mirarlas al revés. ¡Las cosquillas en la panza! ¡Suben por todos lados!

Sí, ahora que ya estás, hace lo que vos quieras.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Oraciones de la carta

A las oraciones:
¡Bienvenidas!.
¿Y qué más decirles, si yo las estoy trayendo? Por mí que bien vengan y hagan algo bueno.
Entre bastones y ganchos espero se diviertan y digan lo mejor de sí. (Que sería como de mí, con toda humildad y respeto).
Pobres. Y yo que las traigo a los golpes, si a veces no me salen de golpe. (golpear, pinchar, eso que hacemos todos cuando escribimos).
Amontonadas y bailando en mi cerebro a un ritmo vertiginoso, parece mentira que acá se vean tan quietitas y cansadas. (es que claro, ahora son fotos de mis pensamientos).
Son como personas que crecen, o se quedan en bebés muertos. (de esos que mata Dios porque ÉL sabe lo que hace).
Tienen que venir en familia porque solitas por lo general no les dan bola. (y mejor si tienen de las palabras difíciles)
Están las vedettes viejas, que ya arrugadas perdieron todo sentido. (y siguen con lo mismo, que aburre, no sirve más).
Puede ser una plaga de oraciones y que aún así no digan nada. (agradecidos e indigestados las despedimos con ironía).
Ocupan lugar al pedo, se quejan, te duelen… al final para qué vinieron. (contando que muchas veces ni si quiera alcanzan)…
¡Malditas!