martes, 21 de diciembre de 2010

Desde dónde para vos

Hay olor a noche, o a pasto mojado.
Y yo siento que todo está titilando.

No hay una luz que encandile ni me manche los ojos.

Todo esto está pasando y es tenue.

Se esconde de mí, que me acuesto a su lado

Se dibuja entre las horas y está torcida.

Te vas moviendo, pero yo te sigo desde el viento. Y las estrellas no son otra cosa que mis pasos amurados en el cielo para que sepas que te estoy buscando.

miércoles, 15 de diciembre de 2010

La brisa que entraba por la ventana acariciaba sus cuerpos desnudos.
Silvina, sentada en la cama, y sus ojos clavados en un punto, que no me atrevo a decir fijo. Un punto, pero en otro lado. Era evidente que no estaba mirando el piso de la habitación.
Ese aire que entraba, materializaba el silencio que inundaba la pieza; pero no los ahogaba.
Al contrario. Era ese aire de espacio, de respiración.

-¿Y si me matás? En definitiva voy a morir algún día. Hasta quizás mañana mismo, y atropellada por un colectivo. Un colectivo que lleva gente a trabajar, Carlos. ¿Te gustaría que me muera así?
-No me gustaría que te mueras de ningún modo, Silvina. No me gustaría que este momento se muera. Y lo peor, es que lo vamos a matar nosotros.
-No. Lo vamos a dejar morir. Es todo.
-Vos sos todos.
Y ahora los besos que trepaban por el brazo, para dejar caer los cuerpos en un abrazo, en la comunión de sus almas.
Se extrañaban. Se necesitaban. Y lo mejor de todo, es que ahí estaban.
No uno y el otro, los dos y el momento. El momento que se rompió con el reloj despertador que además de ruido, trajo realidad: tantear la cama y que esté fría.