martes, 27 de septiembre de 2011

Enriqueta

El frío de la conversación era catártico. Y las uñas sobre la mesa, más.
Pero no tanto como el golpeteo compulsivo del pie contra la pata de la silla. Un metrónomo espontáneo que funcionaba a ansiedad.

Y lo peor era que no tenía nada más para decirle que no se hubiera dicho antes.
Que no se hubiera dicho antes a ella misma.

Pero la mirada la tenía que mantener, el tono.

Solamente tenía orgullo.

Y por eso se calzaba el disfraz de reptil.
Para poder hablar impune desde la punta de una rama que nada tiene que ver con sus uñas, la mesa, o la pata de esa silla.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Para mí, y para quien aplique

No me andan los pies. O se me perdieron en el camino.
Cuestión que esto de avanzar cada vez se me hace más dificultoso, como extraño.
Cómo extraño avanzar.

Siempre me creí más de la quietud y esas yerbas.

Claro, una planta.
Como si mi movimiento fuera por el viento. Bien de afuera ¿entendés?
Sin esfuerzo.

¿Y si no era?

¿Y si te digo que los pies los tenés bien puestos desde siempre, y que es solamente el terreno, que se puso de montañas?

Entonces yo te voy a decir que la banques con los libros de autoayuda y me dejes hacer lo que tengo que hacer.

Y bueno, dale, hacelo.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Es porque era, pero no va a ser

Mi representación del tiempo.
Lo dibuja de un solo color.

Entreviendo las posibilidades,
pero se dibuja.

No mancha.
Se dibuja.

Entre el aire y las palabras que se gastan,
sabés hacerte de tu forma.

Subiendo.

Usando espacios que no sabía.
Te movés como si susurraras.

Sos un estado de transición.

Enigmático.

Nacés de quien se consume. Nacés de la muerte.

No parás de bailar hasta hacerte invisible ante mis ojos que te siguieron
y ahora no entienden.

Entonces el tiempo.

Ya volviste a empezar, y es que nunca habías dejado.

Suspiro.

Y ahora me querés decir algo
y yo me pierdo en los labios que te trazan un límite
hasta que encontrás la salida
y sos capaz de acariciarme.

Es que yo busco que te choques conmigo.
Me recorras como vos sabés.

No queda más que volver a admirarte,
como parte de un todo que perfuma,
me habla.
Me ayuda a pensar.