Ahí estaba la lucecita en la punta del edificio que me hizo acordar que tenía atado el cielo como una capa.
Me cubría la espalda del frío y me hacía volar, pero no sé bien por donde.
Se me arruga en charquitos de agua que seca el sol y la luna humedece.
Pero todo esto es tibio, liviano. Volar.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario