Las camas desarmadas me gustan, porque parece que están vivas. Hasta quizás todavía, guardan calor.
Las sábanas, acolchados, frazadas; abultados que parecen cuevas, me dan ganas de meterme.
Y esa oscuridad que existe ahí adentro, es oscuridad que te deja ver lo que quieras.
Pero siempre protegido. Frondoso que parece eterno. Encontrar bordes es un reto. Sábanas y más sábanas.
En bollos pares de medias, o una sola. Porque la otra, quién sabe, está dormida en algún pie.
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las camas desarmadas... especialmente a las nueve de la mañana... su momento de mayor sensualidad.
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