Pilas de autos que frenan, que suben, que bajan, contaminan y vuelven a arrancar. Cuando la tierra es de cemento pasan esas cosas. Son inevitables.
El cielo que se arruina, la luz que no se ve… Constantes que limitan la existencia, creadas buscando libertad.
Mientras se marean las palabras bailando en mi cerebro, no se si empezar otra vez, o lo mismo de siempre. ¿Qué hacer para que algo salga de acá? Me pierdo y arranco de nuevo.
Derechito por la misma dirección. Sin prisa y con pausa, sin pautas.
Se mueve liviano, como si fuera a volar por el aire que sabe de vueltas y montañas. Salta con el máximo poder de sus piernas en un solo intento.
Se da la cabeza contra el mueble, cosquillas, pero esta vez agua. Nunca llega a ser vapor.
Pliegue en el medio, otro de allá, levanto, miro, doblo el papel. Mi barquito está listo para salir a flote, recorrer los siete mares cazando sirenas y morder en la arena buscando tesoros. Lástima que llegó la hora del baño y no resistió las lluvias malignas del duchador.
Teníamos planes, barquito. Arruinaste todo siendo de papel. Yo te construí con una hoja mientras hablaba de mares y riquezas ¿y resultaste ser de papel?
Párpados pesan, mañana se acerca. ¿Qué débil mental tiene tiempo para dormir? Eso es de maricas. Las nenas duermen y sueñan con el príncipe azul. Vos, de colorado, subite al tren y viajá hasta que tengas coraje para pensar en la idea que te hizo seguir hasta acá.
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