domingo, 27 de diciembre de 2009
jueves, 24 de diciembre de 2009
Mi luna
Quisiera escribir algo tan lindo como vos, pero no me sale. Quisiera que no te escondas nunca, mi lunita, y que no dejes de brillar.
No sé si desde tus cráteres sabés que hay alguien acá abajo que te admira, perfecta en tus formas y color.
Enorme, te hacés chiquita, mi lunita.
Si la distancia se acortara, si pudiera escalar tus paredes y dejar morir mi cuerpo en el tuyo, seríamos una. Luna.
No sé si desde tus cráteres sabés que hay alguien acá abajo que te admira, perfecta en tus formas y color.
Enorme, te hacés chiquita, mi lunita.
Si la distancia se acortara, si pudiera escalar tus paredes y dejar morir mi cuerpo en el tuyo, seríamos una. Luna.
La paz y de nuevo
El frío en la nuca que pincha, pero no importa. Si mi cabeza ya está helada, no puede pensar. Cansada se dispone a su fin, alejarse para siempre de mí, que en definitiva soy yo y es mía.
¿Dolor? ¿Qué puede doler más que estar vivo? No tengo miedo.
Puedo mirar el cielo, y que sea lo último que mire algo tan hermoso es un alivio. Pero en todo descubro belleza porque finalmente estoy en paz.
La paz que tanto buscaba está en saber que me decidí a terminar con todo, que sólo queda esperar, y que esta espera no es esperanza, es certeza.
El cíclope de luz blanca que se acerca desde lejos, con su voz cansada pero potente, cada vez más fuerte, se queja, pero no importa. Ahora distingo el sonido de lo que parecen ser los latidos de su corazón, que se funden con los míos, acelerados, ya no se sabe cuál es cuál hasta que en un segundo uno se apaga y con él desaparecen las luces y los ruidos.
Pero es en ese segundo que lloro y no entiendo qué pasa, qué pasó con mi paz, qué es todo esto.
Pero esa voz me resulta familiar, y por alguna extraña razón acurrucarme en su pecho me tranquiliza.
Lo único que quiero es dormir. Dormir para olvidarme de todo y que empiece de nuevo, pero esta vez diferente.
¿Dolor? ¿Qué puede doler más que estar vivo? No tengo miedo.
Puedo mirar el cielo, y que sea lo último que mire algo tan hermoso es un alivio. Pero en todo descubro belleza porque finalmente estoy en paz.
La paz que tanto buscaba está en saber que me decidí a terminar con todo, que sólo queda esperar, y que esta espera no es esperanza, es certeza.
El cíclope de luz blanca que se acerca desde lejos, con su voz cansada pero potente, cada vez más fuerte, se queja, pero no importa. Ahora distingo el sonido de lo que parecen ser los latidos de su corazón, que se funden con los míos, acelerados, ya no se sabe cuál es cuál hasta que en un segundo uno se apaga y con él desaparecen las luces y los ruidos.
Pero es en ese segundo que lloro y no entiendo qué pasa, qué pasó con mi paz, qué es todo esto.
Pero esa voz me resulta familiar, y por alguna extraña razón acurrucarme en su pecho me tranquiliza.
Lo único que quiero es dormir. Dormir para olvidarme de todo y que empiece de nuevo, pero esta vez diferente.
domingo, 6 de diciembre de 2009
La hoja que barco pero el agua
La hoja en la mesa, ahí quieta, sin hacer nada, parecía invitar a los inquietos dedos de Luciana a jugar con ella.
Comenzó a plegar el papel, mientras pensaba en lo raras que son las personas, cuánto les gusta complicar esas cosas que en definitiva son tan simples como llevar esta puntita, hasta esta otra.
Si con más o menos 15 dobleces ya está listo, ¿por qué buscar la manera de hacer lo mismo en 35? Así queda la hoja arrugada y después es más difícil que flote.
Nunca voy a entender a la gente, y parece que ellos a mí tampoco.
Cuando terminó el barco, y con él su reflexión, se dispuso a preparar la comida, ya que se acercaba la hora de la cena y con todo lo que está corriendo Pablito, seguro le agarra sueño temprano.
Así que ahí estaba la nave suprema sobre la mesa de la cocina. Pablo sabía que era la más rápida que alguna vez navegó los mares y que tenía las mejores armas que se puedan imaginar.
Con los piratas a bordo, ya estaba todo listo para desembarcar en busca de aventuras, sirenas y tesoros.
Pero llegó la hora del baño, y todas las aventuras, sirenas y tesoros se deshicieron junto con el barco que no resistió las aguas malignas del duchador.
Pablo miraba atónito sin entender cómo algo que sabía tan fuerte se rompía a pedazos, se deshacía, como si fuera de papel.
Comenzó a plegar el papel, mientras pensaba en lo raras que son las personas, cuánto les gusta complicar esas cosas que en definitiva son tan simples como llevar esta puntita, hasta esta otra.
Si con más o menos 15 dobleces ya está listo, ¿por qué buscar la manera de hacer lo mismo en 35? Así queda la hoja arrugada y después es más difícil que flote.
Nunca voy a entender a la gente, y parece que ellos a mí tampoco.
Cuando terminó el barco, y con él su reflexión, se dispuso a preparar la comida, ya que se acercaba la hora de la cena y con todo lo que está corriendo Pablito, seguro le agarra sueño temprano.
Así que ahí estaba la nave suprema sobre la mesa de la cocina. Pablo sabía que era la más rápida que alguna vez navegó los mares y que tenía las mejores armas que se puedan imaginar.
Con los piratas a bordo, ya estaba todo listo para desembarcar en busca de aventuras, sirenas y tesoros.
Pero llegó la hora del baño, y todas las aventuras, sirenas y tesoros se deshicieron junto con el barco que no resistió las aguas malignas del duchador.
Pablo miraba atónito sin entender cómo algo que sabía tan fuerte se rompía a pedazos, se deshacía, como si fuera de papel.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)